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Francisco Otero |
Yo, que soy un pobre náufrago sin ni siquiera isla, un náufrago en medio de la calle, rodeado de otros náufragos que parecen felices, saludo con alegría, con la misma alegría que sintió Robinson con la aparición de Viernes, la publicación del séptimo volumen de la editorial Isla del naufrago que crearon en 2010 José Antonio Abella y María Jesús.
Para Robinson Viernes significó la posibilidad de hablar, de pensar, de salir de su soledad.
Algunas personas encontramos en los libros ese amigo interlocutor con el que podemos establecer un diálogo.
Permítanme que les hable de un recuerdo de mis años de estudiante de Bachillerato. A veces mi madre hablaba, muy enfadada, de un familiar cercano que trabajaba en el canal de Isabel II, del que decía que se gastaba el dinero de su salario en peliforras. Yo creía entonces que esa palabra era un insulto inventado por mi madre y que no existía en el Diccionario, pero años después comprobé que yo estaba equivocado y que significa eso que ustedes están imaginando.
Quiero decir con esto que el lenguaje, que es el invento más antiguo, al tiempo es el más moderno porque sigue estando vivo. La lengua necesita ser re-creada, re-inventada por cada individuo. Como en la siguiente situación: en el mercado de los jueves en la Plaza una señora pide al vendedor de verduras, un joven, una lechuga romana; el muchacho le ofrece una y la señora le pregunta “¿está tierna?”, “tierna como una noche de bodas”, le responde.
En un viaje por la Sierra de Francia Unamuno y Don Agustín del Cañizo, catedrático de la Facultad de Medicina, entraron en una taberna en la que estaban jugando a las cartas unos aldeanos. Uno de ellos, dirigiéndose a los forasteros les dijo “qué gran invento es el de la baraja”, a lo que Unamuno respondió “yo creo que el mejor invento es la cama”. Ya saben que Unamuno elegía estar tumbado como Proust, Valle-Inclán, Aleixandre, Onetti… Otro de los jugadores le replicó que el más antiguo y mejor invento de la humanidad era el lenguaje.
Y de este maravilloso invento y de la escritura trata el libro de Martín Baró. Son una gavilla de artículos luminosos y transparentes sobre las funciones del lenguaje y sus usos y abusos; una materia ésta nada sencilla de explicar y en la que ha habido numerosos naufragios. En España se dice que la letra con sangre entra. En la pluma de Alberto la palabra viva y las letras son enseñadas con amor y paciencia franciscanas. Los artículos, ahora recogidos en este volumen fueron publicados anteriormente en El Adelantado de Segovia. El desaparecido diario Informaciones inauguró en 1977 una sección, El dardo en la palabra de Fernando Lázaro Carreter, que tuvo mucha resonancia. El profesor Lázaro en sus artículos ejercía una función crítica y divulgativa del mal uso de nuestro idioma. En ocasiones, el autor, desde la prepotencia y la soberbia, zahería recurriendo a la ironía, el sarcasmo y el desprecio.
Los artículos de Alberto Martín Baró enseñan, con un tono amable y didáctico, algo más que Gramática, los usos cambiantes de las palabras y sus significados, —ya que la lengua es un ser vivo y sólo está muerta cuando deja de hablarse—, las funciones del lenguaje y las influencias de otras lenguas en el español. Destaca su llaneza alejada de toda afectación, su economía de medios, su destreza y habilidad para explicar las cuestiones de la lengua En ocasiones, su pluma nos desvela aspectos de la intimidad de su casa, de su familia, de su padre, el notable periodista F. J. Martín Abril, de Julieta, la perra golden de sus hijos, como plataforma para atraer al lector y explicarle mejor las acepciones de celo y celos, de obreros y operarios, de sueño y sueños, de lo previsto y lo entrevisto…. Me permito hacer una recomendación a los editores: recoger en un Índice las palabras y conceptos tratados para facilitar su consulta.
A. Martín Baró en sus artículos va más allá de las palabras y de su uso porque pertenece a la categoría superior de los seres que son capaces de sentir asombro, asombro ante la belleza de un paisaje, de un poema o de una melodía. Y del asombro pasa a la admiración. Creo que no podemos amar nada ni a nadie si no sentimos admiración.Y este libro rezuma curiosidad, dedicación y amor a nuestra lengua.
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