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viernes, 2 de septiembre de 2011

El globo de Hitler en ÁGORA, papeles de arte gramático

jueves 1 de septiembre de 2011


El globo de Hitler, de Rubén Castillo



Rubén Castillo Gallego
El globo de Hitler
La isla del náufrago, 2011

A finales de 2007 se subastó en San Francisco el globo terráqueo que Adolf Hitler utilizaba en su refugio del Berghof (Bavaria), en cuyo interior se encontró, por parte del comprador, el multimillonario Robert Wilkins, un mensaje escrito por el “genocida austriaco”, como le define el autor de esta novela, Rubén Castillo, que utiliza este hecho para adentrarnos en uno de los últimos días de Hitler donde, reunido con Himmler, Goebbels, Bormann y Goering, planea la que ellos creen la gran jugada maestra que haría vencer al III Reich.

En efecto, la trama comienza el domingo 14 de enero de 1945, a las 18 horas, en el salón de reuniones Wolf, de Berchtesgaden. Hitler ha llamado a Hermann Goering, Heinrich Himmler, Joseph Goebbels, además de a su secretario, Martin Bormann, y ya desde ese momento el lector o lectora quedará atrapado en la trama, y por debajo de ella, en la cuidada narrativa de Rubén Castillo Gallego, de quien este verano he tenido el placer de leer tres de sus últimas obras publicadas, sin pretenderlo, pero que he disfrutado como cuando un friki se prepara un maratón de su serie o películas preferidas, y durante horas me he dejado envolver por aquello que me contaba, por aquellos misterios hacia los que me guiaba con la exquisitez de un gourmet de las palabras.


Robert H. Wilkins, posee un extraordinario y secreto museo de cincuenta y cinco objetos que pertenecieron a dictador nazi, con la pretensión de “estudiarlo, combatirlo y vencerlo.” Por que “el odio racional es siempre más efectivo que el irracional” (Pág. 46), y así se lo manifiesta a la catedrática Katherine Gordon, de la Universidad de Oxford, a la que trae desde Inglaterra para mostrarle el mensaje encontrado en el interior del globo que, tras los análisis técnicos pertinentes, se demuestra está escrito por Hitler.

Toda esta acción se desarrolla en apenas cincuenta páginas, escritas, como digo, con la maestría de un gourmet de las palabras, y ya presentados los personajes, donde falta el capitán Walter Irving, empleado del millonario, quien acompañará a la profesora Gordon en un viaje a Europa en busca de descifrar las claves secretas del breve y enigmático mensaje de puño y letra de Hitler.

Rubén Castillo nos sitúa, al principio de cada capítulo, en el lugar, el día, la fecha y la hora, como flash cinematográficos precisos y ya desde la página 77 sentimos que los protagonistas se adentran en secretos muy bien guardados desde hace más de sesenta años, que los seguidores nazis no quieren que salgan a la luz. Y eso les hace muy peligrosos. De sobra es conocida por la Humanidad su capacidad de eliminar a quienes les estorban o molestan.

No debo contar más, pues la trama, y sobre todo el final, sorprenderá al lector. Sí quiero destacar esos breves mensajes que nos deja el autor a lo largo de la novela: “No los llame campos de concentración... Los que montaron los nazis fueron campos de exterminio” (Pág. 143); “Lo que hizo Harry Truman fue, simplemente, demostrar quien la tenía más grande: una mera exhibición de fuerza. Un puñetazo estúpido sobre una mesa que ya se caía a pedazos” (Pág. 187), “Juzgar es un privilegio que no debería estar al alcance de los seres humanos” (Pág. 212). Sirvan estos tres como ejemplo.



Francisco Javier Illán Vivas

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