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domingo, 9 de julio de 2017

Reseña de "Cayo es mortal" en el Norte de Castilla, edición Segovia.

El pasado jueves 6 de julio en la edición segoviana de El Norte de Castilla el periodista Carlos Álvaro publicó una reseña sobre Cayo es mortal.
Aquí la tenéis, unos días después de su publicación.

Llorar duele, pero también libera
El autor (d) con su hijo Tatán Saiz Lobo, hace unos años / El Norte
 
El escritor Juan Andrés Saiz Garrido publica ‘Cayo es mortal’, un libro dedicado a Tatán, su hijo fallecido hace cinco añosCARLOS ÁLVARO SegoviaJueves, 6 julio 2017, 14:14
«Lloré mucho escribiendo este libro, mucho, mucho, mucho…; y llorar duele, pero también libera. A veces, el llanto es satisfactorio, no de felicidad, pero sí de desahogo. Cuando a una persona se le muere un hijo…, hace algo para respirar o de lo contrario… Quiero decir que el pintor pinta un cuadro; el músico compone una sinfonía; el poeta escribe versos… De alguna forma hay que exteriorizarlo».
No ha sido fácil para Juan Andrés Saiz Garrido (El Espinar, 1951) escribir sobre la muerte de su adorado Tatán, segundo de sus cuatro hijos, pero el resultado es una delicia. Contra lo que pudiera pensarse, ‘Cayo es mortal’(Isla del Náufrago) no es un baño de lágrimas, sino una lección de vida y humanidad, un compendio de enseñanzas y valores que abre la puerta a la esperanza, a la certeza de que un mundo mejor es posible. «Los que somos padres procuramos inculcar valores nobles a nuestros hijos. Les decimos: haced lo que queráis, pero por el camino de la bondad, reflexiona el autor.
Tantán Saiz Lobo, un joven agente forestal lleno de vida y proyectos, comienza a sentir dolores en el pecho al regreso de un viaje a Bolivia. Después de un sinfín de pruebas en el hospital vizcaíno de Cruces, el diagnóstico no deja lugar a la duda: cáncer de pulmón con metástasis ósea. Su padre, Juan Andrés, enfermero de Urgencias además de escritor, sabe que el pronóstico es fatal. Un día, durante una sesión de quimioterapia, leyendo ‘La muerte de Iván Illich’, de Tolstoi, se topa con un silogismo estremecedor: «Todos los hombres son mortales; Cayo es un hombre, luego Cayo es mortal». «Todos sí –pensé– pero mi hijo no. Tatán no es Cayo ni Iván Illich; Tatán es un templo de bondad y belleza, con toda una vida por delante». Asumir la proximidad de la muerte es uno de los retos que Juan Andrés y los suyos afrontan con entereza y mucho amor durante la convalecencia de Tatán.
El fatídico desenlace no tarda en llegar. El dolorido padre se agarra entonces al recurso que más alivia su ánimo, la escritura, y con el corazón en la mano, que es como mejor se hacen las cosas, y una prosa elegante, carente de tópicos y sensiblerías, pero llena de amor y dolor, de honda reflexión y ternura, va esculpiendo página a página la figura del hijo ausente, que a lo largo del libro emerge pura, limpia, vigorosa, imponente. En ‘Cayo es mortal’, Saiz Garrido consigue algo tremendo: devolverle la vida a su hijo, aunque solo sea literariamente. «Hay un ejercicio de introspección muy grande. Echando mano de la memoria, logré reconstruir conversaciones que mantuve con él, momentos de complicidad que vivimos en numerosas ocasiones… Pero también hay en el libro un ejercicio bestial de documentación, porque revisé sus papeles, sus libros, sus discos, sus canciones, sus archivos fotográficos… Y regresé a los lugares que pisé con él, al Valle de Mena, a Fuentes Carrionas… y seguro que volveré a Mozambique en breve… ¿Todo lo que hago es culto a él? No, no todo, pero Tatán sí alumbra todo lo que hago. Siempre le tengo presente. Aunque no me obsesiona, sería injusto olvidarle», confiesa el autor, que asegura haber conocido más todavía a su hijo tras lo ocurrido: «Este duelo nos ha permitido entablar amistad con sus amigos, que me traen fotografías, que me cuentan cosas, anécdotas y recuerdos. Ahora conozco más a Tatán, o por lo menos, de otra manera».
La pasión de vivir de Tatán y su intenso amor por la naturaleza son constantes en un libro que ha tardado algunos años en ver la luz: «Tatán murió en la primavera de 2012 y yo empecé a escribir en otoño. Tardé siete meses en acabarlo. Después, le di a mi esposa, Marisa, el borrador para que lo leyera, pensando, ingenuamente, que lo que para mí había sido un placentero ejercicio que había conseguido sacar fuera parte del dolor, sería igual para ella... Tardó casi tres años en decidir que se publicara».
Pero la obra es una bendición y mañana será presentada en la Feria del Libro de Segovia, donde Saiz Garrido firmará ejemplares y completará, con palabras, el homenaje a su hijo. Será a las 20:00 horas.
Como dice el último párrafo del artículo, el día 7 a partir de las 20.00, se produjo la firma de ejemplares, previa entrevista o conversación que el propio Carlos Álvaro mantuvo con nuestro autor, y aquí está la prueba gráfica de ello.

En primer plano Carlos Álvaro, detrás, sonriente, Juan Andrés Saiz Garrido.


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